miércoles, 17 de septiembre de 2008

A las 3:00

Las 3:00. No podía creerlo; era como mirar lo imposible, lo inaudito... Pero, ¿por qué? ¿Qué tenía de raro, de especial? ¿Cuántas veces había mirado el maldito despertador y había visto esos mismos dígitos: 3:00? Miró a su alrededor. Era su habitación, sus muebles, sus colores, sus sábanas... Miró su cama: grande, blanca, impoluta. "Parece una mortaja", le dijo en una ocasión su amiga. "A mí me gusta", respondió ella resuelta. Y era cierto; le gustaba. Allí había pasado muy buenos momentos, momentos gloriosos, decía. Ahora estaba sola, desconcertada, fría...

¿Por qué tenía tanto frío? Miró hacia la ventana; allí estaba la respuesta: abierta de par en par... Seguramente una ráfaga de viento. Volvió a mirar el despertador: las 3:00. ¡Qué minuto más largo!-pensó. Se levantó y fue directa al ventanal, iba a cerrarlo... y entonces la vió. Pálida y casi etérea bajo la luz de la farola. La estaba mirando fijamente y... ¿sonreía? Sí; con una dentadura blanca y perfecta, algo casi imposible porque aquella mujer tendría ¿cuántos años? Doscientos -pensó en un arranque de humor. La miró hipnotizada: alta, delgada, no! escuálida, esa era la palabra, y arrugada, casi apergaminada. Tuvo ganas de gritarle, pero no lo hizo. Tampoco podía moverse; era como si los ojos de aquella mujer la hubiesen clavado bajo el alféizar.

¿Quien era? ¿Por qué la miraba tan fijamente con aquella sonrisa quieta? Y sobre todo, ¿qué hacía allí? Hacía frío; el viento soplaba fuerte y parecía silbar una tonada inquietante, como un presagio de muerte. "Un momento", pensó; y un negro escalofrío la sacudió violentamente. Aquella mujer era como una superposición en el paisaje urbano de la noche; su lacia y gélida cabellera permanecía estática sin que un sólo cabello acusara las embestidas de aquel viento insolente, y también su ropa, ese liviano camisón, aguantaba estoicamente sin que en su raída tela se insinuara el más leve pliegue. Y sintió miedo; un miedo cerval e irracional, que la obligó a cerrar bruscamente la ventana. Y entonces, a través de los cristales, la vió. Estaba detrás de ella... Sintió sus ojos clavados en su espalda y algo más...

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