viernes, 5 de septiembre de 2008

El desconocido

Había tal atasco que era complicado avanzar esa mañana por la ciudad.
Encendí la radio para distraerme y giré la cabeza mirando por la ventana.
Allí al lado, de un coche con los cristales ahumados, salía un hilito de humo de un cigarro por una mínima abertura. Me quedé mirando la ventana delantera, sin poder ver quién estaba al otro lado.
Tras pasar tres semáforos más, volvimos a coincidir.
Finalmente, conseguí salir de aquella avenida y llegar al lugar donde me dirigía.
Tras finalizar lo pendiente, me dirigí a una cafetería de moda que estaba cercana, y allí, pedí un café con churros. Cogí un periódico y ojeé la portada.
De pronto una voz desconocida, dijo: ¿No te gustaría más mojar una porra?
Alcé la mirada y allí sentado a mi lado, estaba un desconocido con gafas de sol, fumando un cigarrillo y tomando una taza de café. Sonreí y volví a ojear la portada, cuando sentí una mano que recorría mi muslo. Volví a mirarle y una sonrisa picarona invitaba a dejar que esa mano siguiera recorriendo mi pierna. Sentí que tras subir el muslo, comenzó a acariciar mi cadera, avanzando por mi cintura hasta llegar a mi pecho. En ese momento, me giré y cogiendo mi bolso, me fui al baño.
Frente al espejo, mis dedos revivieron el recorrido que momentos antes había hecho aquel desconocido.
Cogí agua con mis manos y enjuagué mi cara, secándola a pequeños toquecitos y salí del baño.
Un tirón de brazo me metió en el almacén de la cafetería y tras cerrar la puerta, allí estaba aquel desconocido sin camisa, que comenzó a besarme y recorrer mi cuerpo sin dejar recodo sin acariciar.
Noté cómo sus cálidas manos, desabrochaban mi sujetador y ayudaban a mi cuerpo a desprenderse de la ropa, mientras su lengua recorría mi cuello, mis labios, mis orejas..., bajando por mi pecho jugueteando con mis pezones, hasta llegar a mi sexo, donde lo esperaba ansiosamente.
Tras el calentón sentí cómo me giraba y apoyándome contra la pared, comenzamos a follar sintiendo su respiración en mi cuello, y sus manos acariciando mis senos.
Su verga era introducida una y otra vez por mi vagina, elevándome en cada introdución, parecía que iba a escalar la pared.
En un momento me giré, recorrí sus labios y pecho con mi lengua hasta introducir su pene en mi boca, jugueteando con ello mi lengua, mientras mis ojos observaban las expresiones de gozo de aquel extraño.
Tras la excitación me cogió y sentó sobre unas cajas de cervezas, y comenzamos a follar de nuevo, escuchando los gemidos de ambos y sientiendo nuestra respiración desbordarse de placer.
Pasado un tiempo y tras un abrazo, salí de la cafetería y me fui a trabajar.

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